Entre ayer y hoy hemos hablado de varias cosas. Hemos convertido las ideas en recuerdos, en inquietudes, en imágenes. Hemos hablado de estética. De la estética de la terapia.
Bateson -quiéranlo, es agradable-, nos sugiere que deberíamos prestar atención a los problemas de la estética antes de continuar discutiendo los problemas de la acción. Estética, formas, lugares, posiciones, miradas.
Considero pertinente ofrecerles -nuevamente, yo sé- una de mis imágenes favoritas:
“Yo creo que desde muy pequeño mi desdicha y mi dicha al mismo tiempo fue el no aceptar las cosas como dadas. A mí no me bastaba con que me dijeran que eso era una mesa, o que la palabra “madre” era la palabra “madre” y ahí se acaba todo. Al contrario, en el objeto mesa y en la palabra madre empezaba para mí un itinerario misterioso que a veces llegaba a franquear y en el que a veces me estrellaba. En suma, desde pequeño, mi relación con las palabras, con la escritura, no se diferencia de mi relación con el mundo en general. Yo parezco haber nacido para no aceptar las cosas tal como me son dadas.”
Tienen dos alternativas: una, comentan en torno a qué se les viene a la cabeza con lo que acabo de escribir, conectando con lo que han estado 'masticando' desde el lunes (en el sentido que les parezca), o dos -más interesante-, nos ofrecen una imagen propia, un texto propio. Una frase de un libro, una escena de una película/serie, un fragmento de un poema, una pintura, una canción.